October 27 2016 Prayer Partner Message
Dear Praying Friends,
Even in this heated political season, we continue to remember that immigration is first and foremost about people. Over the course of the next few months, these emails will feature stories of immigrants and refugees who have come to the U.S.
For me, it was my immigrant journey that led me to immigration advocacy work with the Evangelical Immigration Table, and I’m honored to share with you a little bit of my story.
I was born in China and came to the U.S. at age 10 as an H-4 dependent under my mom’s H-1B work visa. While learning English and adapting to a culture very different from my own presented challenges, I was nevertheless excited to start life in America. Little did I know, however, that things would change drastically before long.
Because our immigration attorney made several errors on my mom’s and my paperwork, I lost my legal status and became undocumented at age 12 even though we didn’t do anything to break U.S. immigration law. My mom contacted other attorneys and appealed to our legislators, but to no avail.
My high school years were difficult. On top of wrestling with my identity as an adolescent, I struggled with the fact that I was “illegal” and did not belong to the place that had become home. Without status, I couldn’t drive, work, or at the time enroll in a university, even having graduated from high school with honors. I questioned my future and my worth.
But God showed His light during this dark time though His people. My mom and I come from an atheist family background but started attending a local church when I was in sixth grade; we would later become Christians there. I came to learn through the ongoing discipleship of my faith community that Jesus Christ is my Lord and Savior, and He did not see me based on my status, or a lack thereof.
My church family prayed for me and cared for me in practical ways, such as giving me rides when I couldn’t drive. My former youth pastor, knowing my situation, became actively involved in learning and educating others about immigration, as well as advocating on my behalf before our state legislators. It was tremendously empowering to have my pastor speak up for me within the church setting and in the public sphere. I felt incredible love from God through His people.
God answered many prayers and miraculously opened a door for me after community college to complete my bachelor’s degree at Northwestern University on a scholarship — because of my status, I could not access any financial aid, even coming out of single-parent home. I still could not work after graduating from college, until the Deferred Action for Childhood Arrivals (DACA) program was implemented in 2012. While DACA provides only temporary status, it allowed me to work and drive legally, which I had long desired. My status, along with that of millions of immigrants in this country, many of whom are in much more dire situations, will not be resolved for good until there is comprehensive immigration reform.
God led me into immigration work and I’m honored to work on this issue that’s close to His heart. Please join me in prayer that:
- Immigrants and refugees, especially those who do not yet know Jesus, would experience God’s love through His people and come to know Him.
- Our brothers and sisters wrestling with immigration issues would continue to find support from the faith community and their ultimate hope in Christ.
- Our legislators would take courageous steps to move on sensible immigration reform that includes an earned pathway toward legalization and eventual citizenship.
Thank you for your prayers; they make a difference. I’m just one blessed recipient of the prayers and action of God’s people.
In Him,
Liz Dong
Midwest Regional Mobilizer
Evangelical Immigration Table
Queridos amigos en la Oración:
Incluso en esta candente temporada política, seguiremos recordando que la inmigración involucra primero y sobre todo, a seres humanos. En el curso de los próximos meses, estos correos electrónicos relatarán historias de inmigrantes y refugiados que han venido a los Estados Unidos.
Mi travesía como inmigrante fue la que me condujo al servicio por la defensa de la inmigración con la Mesa Evangélica de Inmigración, y me siento muy honrada de compartir con ustedes un poco de lo que ha sido mi historia.
Nací en China y vine a los Estados Unidos a los diez años con una visa H-4 dependiente de la visa de trabajo H-1B, otorgada a mi madre. Mientras que aprender inglés y adaptarme a una cultura totalmente diferente a la mía representaban enormes retos, sentía al mismo tiempo una inmensa emoción de empezar mi vida en América. Sin embargo, pronto supe que las circunstancias cambiarían drásticamente.
Debido a que nuestro abogado de inmigración cometió infinidad de errores con mis documentos y los de mi madre, para cuando cumplí 12 años, habíamos perdido nuestro status legal convirtiéndonos en indocumentadas a pesar de que no infringimos ninguna ley de inmigración. Mi madre contactó otros abogados y apeló la decisión, pero todo fue en vano.
Mis años de instituto fueron difíciles. En el furor de la lucha por mi identidad como adolescente, tuve que lidiar con el hecho de que yo era “ilegal” y de que no pertenecía al lugar al que yo llamaba hogar. Sin status legal no podía conducir, trabajar o incluso –al momento de ingresar a la universidad—, graduarme con honores de la escuela. En esos momentos cuestioné duramente mi valía y mi futuro.
Pero Dios apareció con su Luz en medio de esa oscuridad a través de Su pueblo. Mi madre y yo provenimos de una familia de tradición atea pero comenzamos a asistir a la iglesia local en la época en la que yo cursaba sexto grado. Más adelante nos convertimos en cristianas allí mismo. Aprendí a través del curso de doctrina de mi comunidad en la fe, que Jesús es mi Señor y Salvador, y que Él no me vio a partir de mi status o por la falta del mismo.
Mi familia eclesial oró por mí y me cuidó de manera práctica trasportándome de un lugar a otro cuando yo no podía conducir, por ejemplo. A su vez, mi anterior pastor juvenil, conociendo mi situación, se involucró de manera activa aprendiendo y enseñando a otros los temas de inmigración, así como actuando en mi defensa ante los legisladores estatales. Fue tremendamente motivador verlo hablando a mi favor en la iglesia y en la plaza pública. Me sentí increíblemente amada por Dios a través de Su pueblo.
Dios respondió mis oraciones y milagrosamente me abrió una puerta después del college para completar mis estudios universitarios en la Northwestern University en donde obtuve una beca –debido a mi status, no podía acceder a ninguna ayuda financiera, incluso proviniendo de una familia de un solo padre—. Tampoco pude trabajar después de graduarme del college hasta que el programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia, DACA, fue implementado en 2012. En tanto que el DACA provee un status temporal, puedo trabajar y conducir automóvil legalmente, acciones que deseé durante mucho tiempo. Mi status, lo mismo que el de millones de personas en este país, muchas de las cuales están en situación mucho más desesperada que la mía, no será resuelto definitivamente hasta que exista una reforma inmigratoria integral.
Dios me condujo al trabajo con la inmigración y me siento honrada de hacerlo en este tema tan cercano a Su corazón. Por favor, oremos:
- Porque inmigrantes y refugiados, especialmente aquellos que aún no conocen a Jesús, puedan conocer y experimentar el amor de Dios a través de Su pueblo.
- Porque nuestros hermanos y hermanas que luchan por los temas de la inmigración puedan continuar encontrando apoyo de la comunidad en la fe y en la esperanza en Cristo.
- Porque nuestros legisladores tomen medidas valientes para lograr una sensible reforma migratoria que incluya un bien ganado camino hacia la legalización y hacia la eventual ciudadanía.
Gracias por sus oraciones. Ellas logran una diferencia. Yo soy solo un bendecido recipiente de las oraciones y de la acción del Pueblo de Dios.
En Cristo,
Liz Dong
Promotora Regional para el Centro de los Estados Unidos
Mesa Evangélica de Inmigración